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Los acosos de Don Francisco: el pionero del «rubro» en la televisión

Mario Kreutzberger, Don Francisco, el Papa de la televisión chilena, por años ha sido defendido por los rostros de la farándula criolla como si se tratara de una dignidad eclesiástica. En privado, se sinceran pero se cuidan. Callan. Tienen miedo. Pero los tiempos cambian. Los ídolos caen y los intocables, también. Junto con ser un pionero de la industria de la televisión, fue asimismo un precursor de las malas prácticas. Junto a él se han sentado el éxito y el escándalo. Fue acusado de acoso y abuso sexual en Miami, cuando nadie hablaba de ello. En otro caso, llegó a tribunales para negar una paternidad con dudosas muestras de ADN y en los 80 se le acusaba de pedir favores sexuales a cambio de electrodomésticos.

¡Que venga la modelo! 

Hace dos años escribí un libro acerca de uno de los personajes más mediáticos que ha tenido la cultura pop de nuestro país: Don Francisco. Uno que, escondido en la entretención y la solidaridad, ha generado a su alrededor un halo de impunidad frente al abuso de poder, el acoso, la discriminación en rutinas de humor cargadas de machismo, clasismo y desdén por minorías sexuales, ancianos y personas con capacidades diferentes. Uno que apoyó la dictadura (incluso actuó para las tropas el 11 de septiembre tras el bombardeo de La Moneda), y que ha cosechado abultadas cuentas corrientes y negocios con favores del Estado bajo cuestionadas premisas de solidaridad. 

De todas las investigaciones realizadas en Don Francisco: Biografía de un Gigante (Ed. Planeta), una de las que más me llamó la atención fue la impunidad con la que Mario Kreutzberger trabajaba en televisión usando a mujeres como objeto, cambiando favores sexuales en camarines –como señalan los entrevistados en el libro– por televisores, lavadoras y electrodomésticos y cómo las propias mujeres de su equipo de trabajo hablaban de que el animador era “peligroso”. “Había que caminar con el poto en la pared”, recuerdan hasta hoy medio en broma, medio en serio. 

Kreutzberger dio una entrevista en La Tercera hace unos días y se refiere a su relación con las mujeres como “un juego”, algo sin doble intención y muy respetuoso, algo incluso infantil. Pero la verdad, hubo casos de acoso desmedido y abuso de poder, según los numerosos testimonios que recogí a lo largo de la investigación. Y ya está bueno que digamos las cosas por su nombre. No solo se me cerraron puertas laborales cuando lancé la investigación sino también recibí amenazas solapadas y anónimas por mi libro.

El círculo de protección de Don Francisco en la televisión chilena, muchos de ellos rostros y líderes de opinión que reaparecen de tanto en tanto en la Teletón –que este año cumple 40 años–, está muy vivo. En público se refieren a él como si se tratara de una dignidad eclesiástica. En privado, comentan pero se cuidan. Callan. Tienen miedo. Pero los tiempos cambian. Los ídolos caen y los intocables, se pueden tocar. 

¿Qué habría pasado si las primeras denuncias por abuso sexual que recayeron sobre el Papa de la televisión chilena, en agosto de 1994, hubieran tenido lugar ahora, en julio de 2018? ¿Habrían salido los rostros y autoridades de la TV criolla a blindarlo como lo hicieron en esos años, como la aduladora corte de un rey?

Escribo esta columna para refrescar la memoria, porque el abuso y el acoso, en el mundo de la entretención televisiva, no partió con Abreu ni con Nicolás López, partió con Don Francisco.

En la década de los 80, Mario Kreutzberger usó a su mediático alter ego, Don Francisco, para cambiar sexo por favores y regalos. Y no solo lo hizo en Chile sino también en Estados Unidos, donde fue denunciado en agosto de 1994 ante la justicia por la modelo mexicana Ana Isabel Gómez, con la cual llegó a un acuerdo de silencio a cambio de miles de billetes verdes. 

La modelo del programa acusó a Kreutzberger de acoso sexual y rápidamente se encendieron las alertas en la cadena Univisión.

Comenzando el caso, ella entregó una larga lista de testigos y pruebas. El animador estuvo a punto de perderlo todo y fue por eso que decidió firmar un acuerdo que exigía expresamente silencio sobre sus términos y que, asegura, no significa un reconocimiento de los hechos. Años después, la modelo acusaría al animador de arruinarle la vida, ya que nunca más pudo trabajar en el mundo del espectáculo gringo y debió buscar otros caminos para su vida.

Ana Isabel Gómez «encandiló» al animador desde su casting. Así lo recuerdan entrevistados en el libro: «Mario elegía personalmente a la modelo. Ella era bellísima, aunque no era de todo su gusto pues era morena y no rubia pero le encantó. Con el tiempo, Mario tenía algo con ella. Es más, había onda».

Sin embargo, la modelo señala en el texto de la demanda que el animador intentó violarla en marzo de 1989 en uno de los hoteles Sheraton de Miami. Debido al tiempo que trascurrió hasta la denuncia, el delito había prescrito, pero de todas formas se llegó a un acuerdo con la modelo, ya que el escándalo era peor que la cárcel. De hecho, en los días posteriores a la denuncia pública, el programa de Kreutzberger vio mermados sus ingresos por avisaje y comercialización de manera importante, algo que solo el silencio podría revertir. 

De la misma forma, personalidades que participaron en su programa en Miami, entre ellas la cantante argentina Nanci Guerrero, acusaron al animador de tener conductas indecorosas. Guerrero comentaba en el libro que ella no le permitió contactos indecorosos –como manoseos y besos– y debido a eso fue vetada y perseguida por el animador, tanto así que demoró años en retomar con éxito su carrera debido a la persecución vivida tras esta negativa. 

Otra de las historias oscuras que rodean a Kreutzberger es la ocurrida con Rosa Mundaca, quien al momento de conocer al animador era menor de edad y quien acusa que, tras mantener una relación sexual con el animador, dio a luz a un hijo, Patricio Flores Mundaca. 

El escándalo llegó a tribunales y se practicaron exámenes de ADN para demostrar la paternidad del animador. Estos exámenes resultaron negativos, pero al analizar el expediente completo –hoy desaparecido misteriosamente de tribunales, pero del cual conservo la única copia existente–, llama la atención la falta de rigurosidad en la toma de muestras que hacen dudar de su veracidad, ya que estas fueron llevadas por el propio animador y jamás fueron sacadas en tiempo real. Además, y pese a las repeticiones de los análisis, las muestras del animador que fueron utilizadas, siempre fueron las mismas de la primera vez y jamás se tomaron nuevas muestras. 

Para colmo, el que señala ser su hijo, acusó a su abogado de recibir dinero del animador a cambio de su silencio, dinero que nunca le llegó a él y que, asegura, jamás habría aceptado. 

En Chile, desde los primeros días de Sábados Gigantes abundan historias acerca de cómo el animador hacía llevar a su camarín, durante las grabaciones, a mujeres del público para pedirles servicios sexuales a cambio de regalos. Una de ellas, contada por uno de sus periodistas, refleja el modo en que operaba este solapado abuso sexual. 

“Se acercó a mí y me dijo: ‘Ves esa mujer de la cuarta fila, la de rojo… Llévala a mi oficina en el descanso. La llevé y recuerdo que estaba fumando un cigarro en el pasillo cuando veo aparecer al fondo de este a la directora del Canal 13, Rubi Anne Gumpert. Venía directo hacia nosotros. Mario estaba en su oficina con ella y para colmo no estaba cerrada la cortina, solo el visillo de la ventana y cuando miro hacia adentro, me doy cuenta que la mujer le estaba practicando sexo oral. Golpeé la puerta para que dejaran de hacerlo y le dije: ‘Mario te busca Rubi’”. 

Era frecuente además que, mientras se grababa Sábados Gigantes en exterior, Kreutzberger hiciera arrendar una casa rodante que se usaba de camarín. Una periodista de su equipo recuerda que en esas grabaciones, algunas en Parque O´Higgins o Cerro Santa Lucía, “Mario solía mirar a las personas que se agolpaban a saludarlo y elegía una del grupo. Bastaba con una sola mirada a una de sus periodistas de mayor confianza, que trabaja hoy en Teletón, para que ella supiera que debía llevarla a conocer a Mario. Esos encuentros eran larguísimos, atrasaban por completo las grabaciones y muchas veces incluyeron intimidad, de la cual se jactaba después con el mismo equipo”. 

Posteriormente a la publicación de mi libro, en el que hablé además de relaciones más estables del animador, como la que sostuvo por más de dos décadas con Gloria Benavides, y gracias a la cual sus episodios de acoso a mujeres fueron disminuyendo, recibí dos mensajes que me llamaron la atención.

Ana López, una mujer común y corriente que fue con su hija al programa como público en junio de 1984, cuenta que en esa oportunidad se les acercó alguien a proponerles conocer al animador en camarines. Se lo propusieron a su hija Lisette, de 16 años, y su madre la acompañó porque no se sintió segura. Cuando el animador las vio entrar les dijo: “Ah, pensé que vendrías solita. Mucho gusto señora, solo quería saludar a su hija porque la encontré muy linda”, dos minutos después salieron y, mientras cerraban la puerta, Ana lo escuchó decirle a su productor “te dije que viniera sola, huevón”.  

En otro de los casos recogidos para el libro, G.R. me cuenta que trabajaba en una panadería en Las Condes y Don Francisco “siempre pasaba a comprar”. Cuando la conoció comenzó a acosarla descaradamente y lo siguió haciendo cada vez de manera más intimidante: “Mi jefe me decía que él era muy importante y que no tenía que molestarlo. Por eso acepté, necesitaba el trabajo. Entonces un día me preguntó a qué hora salía de la pega y que vendría por mí. Y cuando salí estaba ahí en su auto y me seguía mientras caminaba al paradero insistiendo en que me subiera con él. No lo hice y le pedí que me dejara de molestar, insistió un rato y luego me dijo: ‘Usted se lo pierde’ y se fue. Tuve miedo”. 

Laura Landaeta

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